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Obesidad y sobrepeso: una epidemia silenciosa que avanza en la Argentina

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Dr. Mario F. Bruno
Dr. Mario F. Bruno
Presidente de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico; Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Cancerología; Presidente del Comité de Cuidados Paliativo de AMA (Asociación Médica Argentina); Presidente del Comité AntiTabaco de AMA Vicepresidente de UATA (Unión Antitabáquica Argentina); Director de los cursos anuales de 1) Periodismo Médico 2) Cancerología, 3) Cuidados Paliativos (AMA); Miembro Emérito de ASCO (American Society Clinical Oncology); Miembro Titular de ESMO (European Society Clinical Oncology); Director Médico de Medicron S.A. (Centro Oncológico)

En nuestro país, la obesidad y el sobrepeso se han convertido en uno de los problemas de salud más relevantes y preocupantes. Las cifras son contundentes: alrededor de dos de cada tres adultos presentan exceso de peso, según las últimas encuestas nacionales de factores de riesgo. Esto significa que la mayoría de la población está expuesta a desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, la hipertensión y las patologías cardiovasculares. Los especialistas señalan que avanza de manera progresiva y que compromete la calidad de vida de millones de personas. La OMS también advierte que el sobrepeso y la obesidad no son solo un problema estético, sino que implican una amenaza directa para la salud pública. El aumento de peso sostenido se asocia, además, a ciertos tipos de cáncer, trastornos respiratorios y problemas musculo-esqueléticos que afectan el desempeño diario.

En los niños y adolescentes la situación no es menos alarmante. La Argentina se encuentra entre los países de América Latina con mayores niveles de obesidad infantil. Esto se vincula con hábitos alimentarios inadecuados, exceso de consumo de ultraprocesados, bebidas azucaradas y un marcado sedentarismo. La falta de espacios seguros para la actividad física y la omnipresencia de pantallas agravan el escenario. El impacto económico de la obesidad también es significativo. Los sistemas de salud deben afrontar costos crecientes derivados de la atención de enfermedades relacionadas con el exceso de peso. Se calcula que en Argentina la obesidad consume entre el 9 y el 12% del gasto sanitario. El ausentismo laboral, la pérdida de productividad y las jubilaciones anticipadas por enfermedad completan el cuadro. Detrás de estos números existen múltiples determinantes sociales.

El sobrepeso no es solo el resultado de elecciones individuales. También influye la disponibilidad y el precio de los alimentos, la publicidad, la urbanización y el tiempo que las familias pueden dedicar a cocinar o realizar actividad física. La pobreza y la desigualdad juegan un rol clave, ya que las poblaciones más vulnerables tienen menos acceso a dietas saludables. En los últimos años se han puesto en marcha diversas políticas públicas para enfrentar esta problemática. Entre ellas, la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, que obliga a las empresas a colocar sellos negros de advertencia en productos con exceso de azúcares, grasas y sodio. El objetivo es brindar información clara a los consumidores y desalentar la compra de opciones poco saludables. También se promueven campañas de educación nutricional y la incorporación de menús más balanceados en los comedores escolares.

Por otro lado, la actividad física es otro pilar fundamental. Sin embargo, en la Argentina menos del 40% de la población cumple con las recomendaciones de la OMS en cuanto a ejercicio semanal.  El sedentarismo, potenciado por la vida urbana, el teletrabajo y las largas horas frente a pantallas, refuerza la tendencia al aumento de peso. Los expertos destacan la importancia de integrar el movimiento en la rutina diaria, ya sea caminando, utilizando la bicicleta o practicando deportes comunitarios.

Los profesionales de la salud insistimos en que la obesidad es una enfermedad crónica que requiere un abordaje integral. No se trata únicamente de “fuerza de voluntad” ni de dietas pasajeras. Es necesario combinar cambios de hábitos sostenibles, apoyo psicológico, control médico y, en algunos casos, tratamientos farmacológicos o quirúrgicos. Los programas multidisciplinarios han demostrado mayor eficacia a la hora de lograr resultados duraderos.

La obesidad también está atravesada por estigmas sociales. Quienes la padecen suelen enfrentar discriminación, burlas y dificultades para insertarse en ámbitos laborales o educativos. Este estigma no solo daña la autoestima, sino que desincentiva la búsqueda de ayuda profesional. Por eso, distintos organismos remarcan la necesidad de un enfoque respetuoso, empático y libre de prejuicios.

El futuro plantea grandes desafíos. Si no se toman medidas más firmes, se estima que las tasas de obesidad seguirán en aumento en la próxima década. Los niños con sobrepeso de hoy probablemente sean los adultos enfermos del mañana. Prevenir desde la infancia es clave para revertir esta tendencia. La lucha contra la obesidad y el sobrepeso requiere un compromiso social amplio, que incluya a las familias, las escuelas, los lugares de trabajo y la comunidad en general. Promover hábitos saludables debe ser una prioridad nacional, al mismo nivel que otras políticas estratégicas. Invertir hoy en prevención significa ahorrar mañana en tratamientos costosos y en vidas truncadas.

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