La hipertensión arterial (HTA) es, sin dudas, una de las enfermedades más prevalentes y al mismo tiempo más subestimadas en Argentina. Su carácter “silencioso”, ya que no suele dar síntomas evidentes, la convierte en una amenaza invisible que afecta la calidad de vida de millones de argentinos y que está detrás de la primera causa de muerte del país: las enfermedades cardiovasculares. Una enfermedad que no se ve, pero mata.
Se calcula que, en 2025, alrededor de 16 millones de argentinos son hipertensos, lo que representa a casi 4 de cada 10 adultos. La cifra es impactante, pero aún más preocupante es que la mitad de ellos no lo sabe. Es decir, hay unos 8 millones de personas que conviven con una presión arterial elevada sin ser conscientes del riesgo que corren. La hipertensión multiplica las probabilidades de sufrir infartos, accidentes cerebrovasculares (ACV), insuficiencia cardíaca y daño renal crónico. Según datos oficiales, la HTA es responsable de miles de muertes prematuras cada año y de un número aún mayor de internaciones por complicaciones cardiovasculares. Aunque el diagnóstico es sencillo, basta con medir la presión arterial en forma periódica, el verdadero desafío es el control sostenido. Solo 1 de cada 5 hipertensos logra mantener cifras dentro de los valores recomendados, aún con medicación. Esto implica que la gran mayoría vive con un riesgo elevado, a pesar de estar diagnosticado.
Un estudio realizado en Córdoba mostró que apenas el 13% de los pacientes hipertensos tenía un control adecuado de su presión arterial. La falta de adherencia al tratamiento, la automedicación, la interrupción de los fármacos por sentirse bien y las dificultades de acceso al sistema de salud son algunas de las causas que explican esta situación. Los factores de riesgo están en ascenso. La vida urbana y el cambio en los hábitos alimenticios han generado un cóctel explosivo. El exceso de sal, presente en la mayoría de los alimentos industrializados, el sedentarismo, la obesidad, el tabaquismo y el consumo de alcohol son los principales factores que disparan la presión arterial.
En Argentina, el consumo de sal supera ampliamente lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Mientras que el límite aconsejado es de 5 gramos diarios, la ingesta promedio ronda entre 9 y 12 gramos. Esto significa que los argentinos consumen el doble de lo permitido, lo que incrementa el riesgo de hipertensión y sus consecuencias. Un dato inquietante es la creciente aparición de hipertensión en personas jóvenes. Hace algunas décadas, la enfermedad se asociaba casi exclusivamente a mayores de 50 años. Hoy, en cambio, no es raro que hombres y mujeres de entre 30 y 40 años reciban el diagnóstico. El sobrepeso, el estrés crónico y los malos hábitos alimentarios son factores que contribuyen a este fenómeno.
Los especialistas advierten que, si no se revierte la tendencia, la próxima generación enfrentará enfermedades cardiovasculares a edades cada vez más tempranas, con un enorme impacto sanitario, social y económico. Aunque la hipertensión afecta a todas las clases sociales y regiones del país, el acceso a la prevención y al tratamiento no es equitativo. Las personas con menor nivel educativo y sin cobertura médica tienen menos chances de recibir diagnóstico temprano y de sostener un tratamiento adecuado. En zonas rurales o en barrios populares, el control periódico suele ser limitado. Esto se traduce en mayor riesgo de complicaciones y en un círculo de desigualdad sanitaria que profundiza la brecha entre distintos sectores de la sociedad. Argentina fue pionera en Latinoamérica en sancionar la Ley de Reducción del Consumo de Sodio, que obligó a la industria alimentaria a reformular productos como panes, galletitas y embutidos. Aunque la medida logró disminuir alrededor de un gramo de sal por día en el consumo promedio, el desafío es seguir reduciendo.
El control de la hipertensión no depende solo del Estado o de los médicos, sino que requiere una toma de conciencia individual y comunitaria. ¿Qué puede hacer cada persona? Medirse la presión arterial al menos una vez al año desde la adolescencia, o con mayor frecuencia si hay antecedentes familiares. Reducir el consumo de sal y de alimentos ultraprocesados, mantener un peso saludable mediante dieta equilibrada y actividad física regular, evitar el tabaco y moderar el alcohol, y cumplir con la medicación cuando el médico la indica, aun en ausencia de síntomas.
La hipertensión es, en gran medida, prevenible y controlable. Los medicamentos son accesibles, eficaces y están disponibles. Sin embargo, la falta de información y el descuido en los controles siguen jugando en contra. En 2025, la hipertensión arterial en Argentina sigue siendo una epidemia silenciosa, que avanza sin ruido, pero con un costo enorme en salud y en vidas.













